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sábado, 14 de agosto de 2021
Imágenes: Lo Institucional en la Educación UNaM
miércoles, 4 de agosto de 2021
Mariela Argentín
Es Licenciada en Comunicación Social (UNCuyo) y Profesora en Comunicación Social (UCA); Diplomada en Enfoques Psicosociales para la intervención; Especialista en Análisis Institucional en las Prácticas Sociales, en la actualidad se encuentra escribiendo la tesis de la Maestría en Análisis Institucional (UNCuyo)
Se desempeña como integrante del equipo de Comunicación del Instituto de Educación Superior "Toribio de Luzuriaga" (9-004 DGE-Mza), donde también dirige proyectos del equipo de investigación en Prácticas de Formación. Participa como miembro investigadora del proyecto "Dinámicas institucionales en las prácticas sociales, un estudio de caso de una localidad rural del Este Mendocino" y como miembro extensionista en el proyecto "Comunidad antigua en vidas", ambos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo.
Es miembro investigadora del Centro de Estudios, Investigación y Análisis "Fernando Ulloa" y del Centro de Estudios, Investigación y Prácticas de Comunicación y Educación "Johana Chacón" de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo.
Mariano Ramirez
Es Licenciado y Profesor en Comunicación Social (UNCuyo), Diplomado en Ciencias Sociales con mención en Educación (FLACSO), Diplomado en Enfoques Psicosociales para la intervención (UNCuyo), Especialista en Análisis Institucional en las Prácticas Sociales (UNCuyo), y se encuentra cursando la Maestría en Análisis Institucional, en etapa de redacción de tesis.
Se desempeña como Miembro del Centro de Estudios, Investigación y Prácticas de Comunicación y Educación “Johana Chacón”. (FCPyS - UNCuyo); Miembro del Centro de Estudios, Análisis e Investigación “Fernando Ulloa” (FCPyS - UNCuyo); y Miembro investigador extranjero en el Grupo de Investigación de Sociabilidades Urbanas, Espacio público y Mediación de Conflictos. (Escuela de Servicio Social – Universidad Federal de Río de Janeiro)
Ha dictado y dicta el curso de posgrado "Lo Institucional en la Educación; herramientas para comprender e intervenir en las organizaciones educativas" en la Universidad Nacional del Comahue (2020) y en la Universidad Nacional de Misiones (2021).
Tiene publicados varios libros de literatura y de investigación: Para escribirle al viento (poesía - 1998); Carlos Menem, un presidente mediático (investigación periodística - 2000); Siete martes siete (relatos y poesía - 2013); La experiencia Learte, textos de ficción y de otros calibres (poesía, relato, ensayo - 2020).
Prácticas de formación en el trayecto vital de los pobladores de zonas rurales.
En el marco del eje "Territorios" del Encuentro Internacional de Análisis Institucional, realizado en Paraná, Entre Ríos, en el año 2019, escribimos este breve artículo como resumen del conversatorio que organizamos para dicho encuentro.
Autores:
Mariano Ramirez y Mariela Vanina Argentín
Instituto
de Educación Superior “Gral. Toribio de Luzuriaga”. Tunuyán, Mendoza.
Argentina.
Nos interesa en este artículo plantear el debate respecto de las prácticas de formación en los pobladores de zonas rurales. Esta inquietud surge a partir de nuestro proyecto de investigación desarrollado en una comunidad rural del centro-oeste mendocino, a la que denominaremos en adelante “LP”.
Al realizar este proyecto,
nos propusimos responder al siguiente interrogante. ¿cómo acceden al conocimiento
los pobladores de zonas rurales, qué prácticas formativas realizan, qué
características tiene su formación y en
que instituciones se desarrolla?
Aquí aparecen dos conceptos
que resulta necesario exponer para abrir el debate: el de formación y el de
ruralidad. Ambos conceptos han tenido un desarrollo teórico que compartiremos a
continuación, y acerca de los cuales pretendemos debatir partiendo siempre de
nuestras prácticas como analistas institucionales e investigadores sociales.
Acerca
de la formación
Vamos a entender aquí a la
formación como las experiencias que incluyen todas y cada una de las prácticas
sociales que le permiten a los sujetos desarrollarse como hacedores de cultura
y conscientes de sus propias problemáticas. Para ello, acudiremos a autores que
nos acercan acepciones con las que acordamos, aunque proponemos para el debate.
Resulta necesario diferenciar, en primer lugar, el concepto
de educación del de formación. En ese sentido, desde la mirada de Eugene
Enriquez, la educación es un concepto en el que siempre está presente la idea
de un modelo que se tiene en mente. En cambio, la formación supone autonomía,
es ayudar a la gente a convertirse en sujetos autónomos, es decir: “llegar a la
autonomía es ser capaz de asumir responsabilidades y tener convicciones
profundas” (Enriquez, E.: 2002).
El autor establece la
diferencia entre educar y formar, partiendo de la idea de que “la educación da
la base” (Enriquez, E. 2002), en cambio cuando se habla de formación
se refiere a personas que ya fueron educadas, es decir, “se trabaja desde la
experiencia, con lo cual la formación implica un proceso de cambio” (Enriquez,
E.: 2002).
Cuando el autor se refiere al proceso de formación, advierte que dicho proceso
no tiene fin, implica una transformación constante, mientras que la educación
dada en los primeros años es la estructura principal de nuestro ser (Enriquez,
E.: 2002).
En esta misma línea de
pensamiento, Marta Souto, considera a la
formación como “aquello que tiene un lugar protagónico en la educación, como
espacio de renovación y cambio, de creación de algo nuevo que genera y sostiene
transformaciones en las prácticas de enseñanza, y a la vez como el lazo
intergeneracional con las tradiciones y las prácticas instituidas, que aseguran
la continuidad cultural, social e institucional. Está atravesada por una
dinámica de tensión entre lo instituido y lo instituyente constituyendo un
espacio para la formación de nuevos imaginarios y significaciones de lo social–histórico”
(Souto, M.: 2017).
Estamos hablando entonces de
formación como aquellas prácticas sociales que van más allá de lo instituido
por la educación formal a través de sus reglas, valores y métodos, hablamos de aquellas prácticas
transformadoras de los sujetos sociales que pueden o no ser parte de los procesos de educación formal y que pueden
estar presentes en las interacciones cotidianas con otros, en el trabajo, en la
familia, incluso en la escuela, en el barrio, la plaza, etc.
Sin embargo, aunque en el
mismo sentido, Freire llamará educación a ese proceso de transformación del
sujeto. Según este autor, “la educación
tendría que ser ante todo un intento constante de cambio de actitud, de crear
disposiciones democráticas que sustituyan hábitos antiguos y culturales de
pasividad por nuevos hábitos de participación e injerencia” (Freire, P.: 2011).
De hecho, en su obra La educación como práctica de la libertad,
presenta una pedagogía que le permite al hombre, “liberarse de las formas de
alienación a partir de la reflexión sobre su tiempo y espacio, que lo lleva a profundizar su toma de
conciencia y a transformar su inserción
en la historia ya no como espectador
sino como actor y autor” (Freire, P.: 2011).
Desde esta perspectiva, la educación necesita una reforma urgente que
permita al sujeto tomar conciencia de su
problemática para advertir los peligros
de su contexto histórico, político, social y cultural para asumir un rol activo
y protagónico en su lucha cotidiana (Freire, P.: 2011)..
En definitiva, para Freire la
educación será quien “lo coloque en diálogo constate con el otro, que lo
predisponga a constantes revisiones, a análisis críticos de sus
descubrimientos, a una cierta rebeldía que lo identifique, con métodos y
procesos científicos” (Freire; 2011).
Sin embargo, al momento de
distinguir entre ambos términos, optamos por el de formación para referirnos a
la idea de transformación.
De esta manera, consideramos
que “la formación, en tanto institución social y sus organizaciones constituyen
un espacio para cuestionar y repensar la educación y para contribuir desde la
formación docente a promover y apuntalar una transformación”. (Souto, M.: 2017).
En su libro Pliegues de la formación, Marta Souto menciona que “es necesario dar mayor visibilidad y autonomía a la
formación cuyo lugar, muchas veces, ha quedado velado ante los cambios en la
educación, o a la zaga de ellos, muchas veces también reproduciendo las formas
escolarizadas de la escuela en su organización y en sus prácticas. La cultura
de la formación tiene su lógica y sus prácticas propias que son distintas de la
enseñanza. Mientras una trabaja sobre el desarrollo de capacidades en el sujeto
para un campo profesional y por ello pone al sujeto adulto en primer lugar, la
otra lo hace sobre la transmisión de conocimientos y saberes, poniendo el
acento en lo que transmite a niños y jóvenes para su incorporación a la
sociedad y la cultura.” (Souto; 2017: p.16)
Por lo tanto, en esta
propuesta, resulta relevante realizar intervenciones/investigaciones en dos
sentidos: por un lado para que los
pobladores reconozcan y reivindiquen sus propias prácticas formativas, y
por el otro para que los estudiantes de carreras de formación docente puedan
conocer diferentes prácticas formativas y establecer un proceso de formación en
terreno.
Acerca de la
ruralidad
El interrogante de nuestro
proyecto de investigación se sitúa en un contexto específico que denominamos
rural. Esa denominación se encuentra en discusión desde distintas perspectivas
y consideramos este espacio como una instancia propicia para continuar la
discusión. Nosotros nos ubicamos adhiriendo al paradigma de las nuevas
ruralidades en las que se mixtura la vida en relación con el campo y la
producción agropecuaria, con la vida urbana y las nuevas tecnologías de la
comunicación (Romero, J.: 2012). Planteamos entonces, en este artículo, la
posibilidad de continuar la discusión acerca de lo que consideramos espacios
rurales donde realizamos nuestras intervenciones/investigaciones como analistas
institucionales.
Como ya planteamos, el
término ruralidad está en discusión dentro de la sociología y en particular en
lo que se ha denominado sociología rural. Sin embargo, vamos a entender a lo
rural “no sólo como un espacio aislado y caracterizado por la producción
primaria, sino visualizarlo como un espacio articulado e integrado de forma
diferencial en el cual se intercalan actividades del sistema económico
productivo primario, secundario y del tercer sector” (Romero, J.: 2012). Esta
perspectiva conceptual permite analizar los fenómenos sociales de otro modo,
poniendo en relación al territorio y a la población que allí vive y se
relaciona.
Por nuestra parte,
conjeturamos que las poblaciones ubicadas en zonas rurales transitan por
prácticas formativas particulares, dignas de ser conocidas por quienes nos
hemos formado y nos estamos formando en organizaciones educativas del sistema
formal. Por otra parte, esas prácticas requieren ser reconocidas por los
propios protagonistas como instancias de formación válidas para enfrentar el
contexto temporo-espacial en el que se desarrolla su vida cotidiana.
Consideramos también, que la
distribución territorial de organizaciones educativas del sistema formal están
concentradas en zonas urbanas y esto implica que las poblaciones de zonas
rurales, encuentran otras prácticas de formación tan diferentes como valiosas.
Aunque las poblaciones de las
zonas caracterizadas como nuevas ruralidades tengan acceso a las nuevas
tecnologías y a los servicios de organizaciones ubicadas en zonas urbanas, las
particularidades de esas poblaciones le otorgan características propias que las
diferencian de otras en distintos aspectos, y por lo tanto en también en
cuestiones relacionadas con la formación.
Avances del
caso “LP”
Luego de dos instancias de observación por parte
del equipo de investigadores, y entrevistas a referentes de organizaciones del
lugar, pudimos llegar a las primeras conjeturas que, a su vez, dejan abiertos
nuevos interrogantes.
Podríamos decir, hasta aquí, que LP es un
población caracterizada por la “unidad y el empuje” de los pobladores, que se
enorgullecen de vivir en ese lugar. Es un lugar con casas que están alejadas
unas de otras, algunas casas poseen frutales y cultivos a la vista, el trabajo
predominante es la producción agrícola y el cultivo de frutales, ajo, cebolla y
vid. Observamos la existencia de organizaciones como un Centro Integrador
Comunitario, una escuela primaria, y un club de futbol con equipos masculinos,
femeninos y escuela de fútbol para niños y adolescentes. Entre las necesidades
que manifiestan los pobladores entrevistados está la de alfabetización y la de
alimentación como las principales.
Con estos aportes mínimos, dejamos la puerta
abierta para el debate acerca de la pregunta inicial y la posibilidad de
continuar construyendo conocimiento desde y acerca de nuestras prácticas como
formadores e investigadores.
Referencias Bibliográficas
Argentín, Mariela V. y ot. (2018). Prácticas de formación en el trayecto vital de los pobladores
de una zona rural del centro-oeste mendocino. Proyecto de investigación en
desarrollo. IES 9-004, D.G.E. Mendoza.
Enriquez, Eugene (2002). La institución y las
organizaciones en la educación y la formación. Facultad de Filosofía y
Letras-UBA. Ediciones Novedades Educativas. Formación de Formadores. Serie Los
documentos 12.
Freire, Paulo (2011). La educación como práctica
para la libertad. 2°ed. 3°reimp. Bs. As. Siglo XXI Editores.
Romero, Juan (2012). Nueva ruralidad y
ocupaciones no agrarias: el caso uruguayo. Revista Pampa. N° 4. Universidad
de la República. Uruguay.
Souto, Marta (2017). Pliegues de la formación
Sentidos y herramientas para la formación docente. Ed. Homo Sapiens.